jueves, mayo 26, 2005

RAMONET SOBRE LA CONSTITUCIÓN EUROPEA


La incertidumbre es grande, y los sondeos de opinión en Francia siguen indicando que el porcentaje de partidarios del «no» es muy elevado y se mantiene, con algunos altibajos, en torno al 50%. Una victoria de los adversarios del tratado no constituiría ninguna sorpresa. Es obvio que la victoria del «no» en Francia provocaría, en toda Europa, un seísmo político. Porque Francia es uno de los seis primeros fundadores de la Unión Europea, y porque -junto con Alemania, Reino Unido e Italia-, es uno de sus cuatro «pesos pesados». Además, ocupa un lugar pivote en la geografía europea (tiene fronteras, terrestres o marítimas, con nada menos que seis miembros de la Unión) y su exclusión del juego significaría un traumatismo para los Estados que lo rodean, en particular para aquéllos, como Portugal y España, que deben pasar de modo obligatorio por su territorio.


Después del de Francia, quedarán aún por realizar otros siete referendos en Europa: en Holanda, Chequia, Dinamarca, Luxemburgo, Polonia, Portugal, Irlanda y Reino Unido (los demás países lo ratificaran por vía parlamentaria, como ya lo han hecho Lituania, Grecia, Hungría, Italia, Alemania, Austria y Eslovenia). Es obvio que una victoria del «no» en Francia tendrá una influencia en los referendos siguientes, en particular en el de los Países Bajos, que se lleva a cabo tres días después, el miercoles 1 de junio. Teniendo en cuenta, además, que las encuestas de opinión en este país también indican que una victoria del «no» es posible. Y no hablemos del Reino Unido, donde el referendo está previsto para la primera mitad del 2006 y los sondeos señalan, en este momento, que el 86% de los británicos están a favor del «no».

En Francia, a lo largo de la campaña, todo el establishment (patronos, medios, intelectuales oficiales y partidos de gobierno) han tratado de criminalizar a los partidarios del «no», pretendiendo que la victoria de éstos significaría una tragedia. Mentira. ¿Qué ocurre si gana el «no»? Pues no pasa nada. Se sientan de nuevo en torno a una mesa los dirigentes de Europa, meditan sobre el rechazo popular a su proyecto tecnocrático y ultraliberal. Y nos proponen por fin otra Constitución más social y menos favorable al poder del dinero.

Así de claro. Aquí el artículo completo de Ignacio Ramonet.

Vía Jeremías.