MARLON BRANDO
Para los amantes de Marlon Brando, o del cine en general, Clara Sánchez escribe un artículo magistral sobre el genio cinematográfico que murió hace un año. Impresionante:
[...] Bertolucci tuvo mucha suerte, se encontró con un tesoro en sus manos, con una bomba emocional, con alguien que tenía una soberbia capacidad para ser real. Brando no se escamoteaba. Acostumbraba a ser como era, mostraba su verdadera naturaleza aunque se hiciera aborrecer. Y éste es un legado impagable porque si algo necesitamos de los demás es saber cómo son de verdad para poder saber cómo somos nosotros. No necesitamos modelos ideales, sino reconocernos. Bertolucci aprovechó estas cualidades y le dejó improvisar y que echase mano de su propia experiencia en el numerito de la mantequilla o el corte de uñas de Maria Schneider. Le dejó ser. Y se lo agradecimos. Por fin ponía ante nuestros ojos lo incómodo y ese algo rancio de la realidad que finamente llamamos desolación y el desesperante deseo de compartirla con alguien.
Marlon Brando tiene todo mi respeto. Como actor no fue complaciente con su talento. Era perfeccionista, buscaba mejorar sus personajes y se peleaba con guionistas, directores y con quien hiciese falta. Se entregó con generosidad y ambición a su tarea. No quería dar gato por liebre. Muchos tendrían que aprender de él en lugar de despacharlo con una frase perdonavidas cuando no de absoluto desprecio. Nunca he entendido estos juicios tan severos hacia un hombre que, vista su carrera con distancia, tuvo más sinsabores e indiferencia de los que se merecía. Elia Kazan que lo dirigió mucho y habla bastante de él en el libro de entrevistas Mis películas, comenta de forma conmovedora: "Brando tenía una vulnerabilidad casi total. Cuando estaba tierno parecía que pudieras meter la mano en su interior. Es que es tan suave, se abre tanto. Yo estaba convencido de que tenía las escenas de amor en su interior".
[...] Bertolucci tuvo mucha suerte, se encontró con un tesoro en sus manos, con una bomba emocional, con alguien que tenía una soberbia capacidad para ser real. Brando no se escamoteaba. Acostumbraba a ser como era, mostraba su verdadera naturaleza aunque se hiciera aborrecer. Y éste es un legado impagable porque si algo necesitamos de los demás es saber cómo son de verdad para poder saber cómo somos nosotros. No necesitamos modelos ideales, sino reconocernos. Bertolucci aprovechó estas cualidades y le dejó improvisar y que echase mano de su propia experiencia en el numerito de la mantequilla o el corte de uñas de Maria Schneider. Le dejó ser. Y se lo agradecimos. Por fin ponía ante nuestros ojos lo incómodo y ese algo rancio de la realidad que finamente llamamos desolación y el desesperante deseo de compartirla con alguien.
Marlon Brando tiene todo mi respeto. Como actor no fue complaciente con su talento. Era perfeccionista, buscaba mejorar sus personajes y se peleaba con guionistas, directores y con quien hiciese falta. Se entregó con generosidad y ambición a su tarea. No quería dar gato por liebre. Muchos tendrían que aprender de él en lugar de despacharlo con una frase perdonavidas cuando no de absoluto desprecio. Nunca he entendido estos juicios tan severos hacia un hombre que, vista su carrera con distancia, tuvo más sinsabores e indiferencia de los que se merecía. Elia Kazan que lo dirigió mucho y habla bastante de él en el libro de entrevistas Mis películas, comenta de forma conmovedora: "Brando tenía una vulnerabilidad casi total. Cuando estaba tierno parecía que pudieras meter la mano en su interior. Es que es tan suave, se abre tanto. Yo estaba convencido de que tenía las escenas de amor en su interior".
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